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sábado, 19 de noviembre de 2011

REFUGIO 307. Un viaje al pasado.



Protegido por la falda de la montaña de Montjüich y desafiando un pasado aún marcado por cicatrices, se encuentra en el barrio del Poble Sec, el Refugio 307.

Los sábados a las ocho de la tarde y los domingos a las siete, este espacio se convierte, gracias a las mujeres del Projecte Vaca, en algo más que un museo, en algo más que un espectáculo. Entrar en el refugio 307 consiste en emprender un viaje a la Barcelona de la guerra civil, a un periodo que nos dejó secuelas, recuerdos imborrables que, grabados en las rocas de los túneles, nos acercan a las vivencias de nuestras abuelas, de nuestras madres, de todas esas mujeres y niños que lucharon por sobrevivir en una ciudad castigada.

 A lo largo del recorrido por sus angostos túneles puedes llegar a experimentar las sensaciones que vivieron nuestros antepasados durante el bombardeo constante y sangriento de la ciudad, consiguiendo en la mayoría de asistentes, hacerlas suyas.
           
Mamen Conte, la guía, es el primer contacto en este viaje hacía el pasado. A las puertas del refugio, nos muestra, al grupo reducido de asistentes, documentación contrastada: fotos, mapas, recortes de prensa… Se establece una conexión con la historia que nos prepara hasta el momento en que suenan las sirenas.


           
Los aviones sobrevuelan el cielo de la ciudad. Empieza la ficción y, en silencio, nos adentramos en las profundidades de la tierra.



           
Recorremos pasillos zigzagueantes, túneles estrechos, donde la roca esconde fragmentos de vidas truncadas, de sueños perdidos, de futuros inexistentes. La humedad y el eco cargado de historia mantiene en silencio a unos visitantes que, impactados, sabemos que vivimos una ficción, pero ficción que fue absolutamente real, tan solo hace unas décadas.



Montse Alcoverro, Carme Poll e Itziar Castro escenifican la vida de tres mujeres que sobrevivieron a un mundo en guerra en el interior del refugio 307. Mujeres de diferente edad que, a través de su voz y su espléndida interpretación, nos cuentan las vidas, sueños, penas y reivindicaciones de quienes pudieron ser nuestras antepasadas.

Montse, en el rincón de un oscuro pasillo, teje un jersey de lana. Su marido está en el frente y no sabe si algún día se lo podrá entregar. Deseaba ser actriz como las mujeres a quienes arreglaba la ropa. Quizás lo hubiera conseguido, pero la revolución social fue truncada por unos golpistas y en este momento teje, piensa, sobrevive, esperando el final de los bombardeos, el final de la guerra.



Carme toma el papel de una enfermera. Simpatiza con los milicianos y su novio es un inglés brigadista que también está en el frente. En la retaguardia se siente útil y se nos muestra sentada en un hueco de la roca, rodeada por material sanitario y preparando vendas con sábanas viejas. Siempre lleva los zapatos de correr, nos cuenta. Una viejas botas, estropeadas y cómodas. Nunca se sabe cuando sonarán las sirenas, cuando debes correr a buscar un refugio. A veces duerme con ellas.



Itziar, vestida con un camisón blanco, se transforma en una niña. Estirada en suelo, sobre una manta, se dedica a pintar con lápices de colores. Intenta dibujar paisajes luminosos, aves que surquen los cielos, pero con tristeza nos dice que solo le salen aviones, aviones que sueltan bombas.



Realidad y ficción se fusionan en un escenario rescatado del tiempo, refrescándonos escenas que seguramente hemos escuchado en veladas familiares. Dentro del Refugio 307 nos acercamos con respeto a ese pasado familiar que obligó a nuestros antepasados a vivir entre dos Barcelonas: La Barcelona que huía de las bombas y la que en el exterior intentaba sobrevivir, a pesar de la guerra, a pesar de la muerte.




Suenan las sirenas. El bombardeo ha terminado y una voz grabada avisa a los barceloneses que el peligro ha pasado.

Salimos del Refugio 307.





Asistir a esta espléndida escenificación en el escenario real del Refugio 307 ha sido una experiencia impactante.  
Las actrices me han acompañado a un viaje al pasado en el que he vuelto a vivir escenas que sufrieron las mujeres de mi familia, mujeres que mostré en la novela MUJERES EN LA SOMBRA. 

Montse podría ser Victoria, Carme, sin duda es Paula e Itziar es Ängela, mi madre, la niña que vivió parte de su infancia en los subsuelos de la ciudad.

Gracias a todas vosotras y a las mujeres del PROJECTE VACA por este magnífico proyecto que nos recuerda una vez más que el pasado es parte de nuestra vida y que para no repetir historias... NO HAY QUE OLVIDAR.



GRISELDA MARTÍN CARPENA
14 de noviembre de 2011